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SÍNODO SOBRE LA FAMILIA
El cuestionario del Papa a los fieles
Las 38 preguntas sobre la familia
1.- Sobre la difusión de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia sobre la
familia
a) ¿Cuál es el conocimiento real de las enseñanzas de la Biblia, de la (encíclica)
‘Gaudium et Spes', de la ‘Familiaris consortio' y de otros documentos del
magisterio postconciliar (Vaticano II) sobre el valor de la familia según la
Iglesia Católica? ¿Cuál es la formación de nuestros fieles para la vida familiar
según las enseñanzas de la Iglesia?
Llama la atención que equipara la Biblia con las encíclicas y otros documentos
eclesiales. Nuestra jerarquía eclesial es incapaz de apearse del rol de “Magisterio”
que se atribuye. Personalmente, conozco bastante bien la Biblia, algo sobre algunas
encíclicas papales, pero jamás había oído ni leído algo sobre la Familiaris
consortio, y un poco sobre la Gaudium et Spes. En el ambiente católico que conozco
la gente no se preocupa ni de la Biblia ni de esos documentos de la Iglesia.
b) Allí donde la enseñanza de la Iglesia es conocida, ¿es aceptada integralmente?
Aquí hay que hacer una matización importante. Una cosa es la enseñanza de la
Iglesia y otra la enseñanza del Evangelio. Valores que el Evangelio promueve son
asumidos en nuestra sociedad por una gran parte de la población que, sin
embargo, no tiene una práctica religiosa formal. También se da el caso de personas
que participan en el ritual católico y no son ejemplo de vida según el mensaje de
Jesús. En lo que se refiere, concretamente, a las normas eclesiales sobre la familia,
le gente católica o no- las cumple cuando es posible y hasta donde es posible.
Nadie tiene la culpa de que “doctores” que no tienen ni idea de la problemática
familiar se dediquen a dictar normas sobre ese tema (pensemos, por ejemplo, en la
encíclica Humanæ Vitæ).
¿Hay dificultades en ponerla en práctica? ¿Cuáles?
Son normas dictadas desde una “torre de marfil”, es decir, que no tienen en cuenta
la realidad humana, y en algunos casos ni siquiera tienen en cuenta los Derechos
Humanos. Pensemos, por ejemplo, en el caso de los sacerdotes secularizados o no-
que se enamoran de una mujer (o de otro hombre, en algunos casos) y que son
correspondidos. Según las normas eclesiales en vigor no pueden vivir su relación
amorosa. Lo lógico es que acaben comprendiendo que la realización de sus
sentimientos es más importante y más sagrada que todas las normas que puedan
venir del Vaticano u otros centros de poder religioso.
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En el caso de los contraceptivos, las normas eclesiales tipo Humanæ Vitæ (y la
normativa anterior, más restrictiva) solo tendrían sentido en épocas pasadas
cuando la mortalidad infantil y no infantil era muy grande y era necesaria una
tasa de natalidad alta para asegurar la continuidad de la especie. Actualmente el
problema del mundo es justamente el contrario: lo que pone en peligro la vida
humana sobre la Tierra es precisamente la creciente superpoblación del planeta.
En lo que se refiere a la prohibición eclesial del divorcio y a que los católicos
divorciados puedan recibir sacramentos de la Iglesia como la eucaristía, aquí hay
un malentendido de la propia Iglesia. Al establecer esas normas el magisterio
eclesial cree estar interpretando la enseñanza de Jesús contra el repudio de la
esposa que la Ley de Moisés permitía a los israelitas. En realidad, esa doctrina de
Jesús no era a favor de la indisolubilidad del matrimonio sino a favor de las
esposas que quedaban desprotegidas y en estado de penuria total cuando eran
repudiadas. El Jesús de Nazaret que decía que se hizo el Sábado para el hombre y
no el hombre para el Sábado nos diría hoy que se hizo el matrimonio para las
personas y no las personas para el matrimonio. Es decir, cuando un matrimonio
fracasa no se puede decir de él: “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. Si
ambos cónyuges están de acuerdo en que su matrimonio fue un fracaso, resulta
claro que Dios no avala esa unión. Si los que se divorcian llegan a un acuerdo para
que ninguna de las partes quede desprotegida, ningún poder, ni civil ni religioso,
puede prohibirles nuevas nupcias ni establecer penas civiles o canónicas por eso.
En lo relativo a la prohibición eclesial de las relaciones prematrimoniales resulta
claro que el magisterio eclesial que emitió esas normas tiene un concepto muy alto
sobre mismo y su capacidad y derecho para dictar a la gente lo que puede o no
puede hacer. Esos “doctores” que se sentaron en la Cátedra de Jesús parecen estar
convencidos de que una unión matrimonial existe lo desde el momento en que un
sacerdote católico imparte su bendición sobre los contrayentes y que dura hasta
que fallezca uno de ellos. Mi opinión personal es que tal unión matrimonial existe
ya desde el momento que ambos miembros de la pareja deciden vivir juntos y dura
sólo mientras dura esa voluntad de convivencia. Las ceremonias civiles y religiosas
del matrimonio son solamente actos de formalización pública de la unión
matrimonial ante las respectivas comunidades, civil o religiosa.
Lo expresado en los puntos anteriores refleja mi opinión personal sobre esos
temas. Tengo que añadir, no obstante, que esa forma de pensar está bastante
asumida por gran parte de la población católica o no católica. Hay, sin embargo,
un asunto en el que mi manera de pensar y sentir discrepa de lo que cada vez es
más asumido con tolerancia socialmente. Se trata del tema del aborto. Desde
sectores sociales, e incluso de nuestra Iglesia, muy progresistas en otros aspectos, se
propugna una legislación civil y una normativa eclesial menos restrictiva sobre la
práctica del aborto. En esta cuestión mi opinión personal está más de acuerdo con
la doctrina tradicional de la Iglesia, no porque haya sido dictada por la jerarquía
eclesial sino porque se trata de defensa de la vida humana. Dicho esto, se puede
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muy compasivo con las personas que se ven abocadas a esa práctica; se debe
condenar el delito, no el delincuente; Jesús perdonó a la mujer adúltera aunque no
legalizó el adulterio.
c) ¿Cómo es difundida la enseñanaza de la Iglesia en el contexto de los programas
pastorales en el ámbito nacional? ¿diocesano, parroquial?
Sobre este tema, lógicamente, puedo opinar solamente de lo que conozco en el
limitado ámbito eclesial en el que me desenvuelvo. La catequesis de adultos es muy
deficiente o falta totalmente, en la mayoría de las parroquias que conozco.
También las homilías de las misas parroquiales dejen mucho que desear. Pero el
problema no es ese; incluso en las parroquias alguna hay donde se realiza
cabalmente esa función, el problema es que la enseñanza que se imparte es eso: la
enseñanza (oficial) de la Iglesia, pero no la enseñanza de las Escrituras, ni la de la
historia de la Iglesia y lo que habría que aprender de ella. Pongamos un ejemplo:
con ocasión de la celebración del cincuentenario del Concilio Vaticano II no
faltaron en algunas parroquias y otros centros eclesiales conferencias e
información en las homilías sobre ese evento. Pues bien, el tratamiento que se solía
y se suele hacer sobre ese tema es el posicionamiento oficial de la institución
eclesial, es decir, prodigar abundantes elogios al Concilio, al papa que lo convocó
(y al que lo clausuró), a la voluntad conciliar y eclesial de abrirse al mundo y
aprender de él, a la reforma litúrgica aportada por el Concilio, etc. etc. pero toda
esa palabrería oculta el hecho de que temas esenciales para la Iglesia y su misión
en el mundo fueron detraídos del debate de la Asamblea conciliar y que desde el
final de sus sesiones se traicionó el espíritu del Concilio repetida y
continuadamente. La persecución contra la Teología de la Liberación y la
destrucción de la iglesia popular latinoamericana son un ejemplo elocuente de eso,
¡que Dios perdone a los dos penúltimos papas que las llevaron a cabo!
¿Qué catequesis se hace sobre la familia?
D
esconozco lo que se hace actual
m
ente. Mi experiencia personal es de hace más de
40 años. Se trató de unas conferencias prematrimoniales de unas dos horas diarias
durante tres días. Desde el punto de vista organizativo estuvieron bien. Por
supuesto, la enseñanza impartida era la oficial de la Iglesia, con todas sus
limitaciones y su desconexión con la realidad humana. Supongo que, al menos para
aquella época, sería irreal esperar otra cosa. También hubo alguna conferencia con
ocasión de los bautizos y primeras comuniones de los hijos.
d) ¿En qué medida -concretamente sobre qué aspectos- tal enseñanza es realmente
conocida, aceptada, rechazada y/o criticada en ambientes extra eclesiales?
En este país, donde hasta hace no muchas décadas, el catolicismo fue religión
oficial y donde actualmente, de alguna manera, sigue siendo religión oficial, los
ambientes extra-eclesiales son menos extra-eclesiales de lo que se cree. En realidad,
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más bien se les podría llamar “ex-eclesiales”. También hay una amplia zona
intermedia entre los ambientes eclesiales y los extra-eclesiales compuesta por gente
que ni ella misma sabe muy bien en qué lado de la línea se encuentra. No es
infrecuente que dentro de una misma familia convivan personas creyentes y no
creyentes, e incluso, aunque menos, personas practicantes de religiones diferentes.
Quiero decir que el conocimiento de la enseñanza de la Iglesia es igualmente
conocida, poco, tanto entre los católicos como entre los que no lo son, y en la
medida en que es conocida, es igualmente asumida, poco, tanto entre los católicos
como entre los que no lo son.
En cuanto a la pregunta de en qué medida esa enseñanza es criticada, hay que
responder que tanto entre los católicos como entre los no católicos no puede haber
ninguna posibilidad de crítica, al menos pública, ya que los medios de información-
opinión públicos están controlados por la clase dominante y las homilías de las
parroquias están controladas por el celebrante de la misa. El pueblo cristiano y el
que no es cristiano está condenado a ser una mayoría silenciosa. En nuestra Iglesia
esa situación dura ya desde hace 17 siglos. Este cuestionario al que estoy
respondiendo libremente es una novedad inesperada en nuestra institución eclesial.
¡Qué Dios bendiga al papa actual que lo hizo posible!
¿Cuáles son los factores culturales que obstaculizan la plena recepción de la enseñanza
de la Iglesia sobre la familia?
Desde hace algo más de un par de siglos la Iglesia-institución (que no el
Cristianismo, que es otra cosa) ha dejado de ser el referente cultural inspirador de
los modos de vida en la sociedad. La Revolución Francesa nos enseñó que el
hombre tenía derechos políticos y ciudadanos (mientras la Iglesia-institución era y
quería seguir siendo un aliado natural de la aristocracia feudal del Antiguo
Régimen). Después la Revolución Rusa nos enseñó que los parias de la Tierra
tenían derechos sociales por los que luchar (mientras la Iglesia-institución era y
quería seguir siendo un aliado natural de la burguesía capitalista explotadora). El
Concilio Vaticano I era un reacción eclesial contra esas corrientes modernistas que
eran la expresión más lograda del progreso del espíritu del Evangelio en el mundo.
El espíritu de Jesús siguió operando en el mundo, y mientras el Concilio Vaticano
II rehusaba siquiera considerar el sacerdocio femenino, en Mayo de 1968 tenía
lugar una revolución que reivindicaba el feminismo, el derecho de las mujeres, y
también una actitud más realista y más racional hacia la sexualidad (que la Iglesia-
institución había reprimido desde siempre). Afortunadamente el Espíritu divino y
el fermento del Evangelio siguen operando en el mundo a pesar de la Iglesia-
institución y su jerarquía.
2.- Sobre el matrimonio de acuerdo con la ley natural...
a) ¿Qué lugar ocupa el concepto de ley natural en la cultura civil, tanto en ámbito
institucional, educativo y académico, como en ámbito popular?
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Por la manera en que se menciona la “ley natural” en los documentos de la Iglesia
parece que la interpreta como algo absoluto e inamovible. La verdad es que el
matrimonio, al igual que otras instituciones humanas, es sólo una de las posibles
respuestas a la necesidad de organizar de alguna manera la convivencia y la
reproducción humana. Cada civilización da respuestas diferentes a esa necesidad.
Tan natural es el matrimonio establecido en nuestra cultura como la poligamia
existente en otras civilizaciones y co
m
o e
l m
atriarcado muy difundido antigua
m
ente
y aún existente en algunos lugares. Nuestra cultura rechaza como contrario a la ley
natural, los matrimonios consanguíneos, el incesto, etc. Sin embargo en el Antiguo
Egipto eso era muy aceptado y casi obligatorio, seguramente en nombre de lo que
los egipcios consideraban “la ley natural”.
Por otra parte, en nuestra civilización misma, el conocimiento de la naturaleza y
sus leyes cambia, progresa con el paso del tiempo, por lo que no tiene sentido
sentar doctrina sobre el concepto de “ley natural”. La inseminación artificial es tan
legítima y aceptable como el método antiguo (aunque menos gratificante).
¿Qué ópticas antropológicas se sobreentienden en este debate sobre el fundamento
natural de la familia?
Las diversas formas de organización familiar fueron productos históricos de las
diversas culturas y circunstancias de la existencia humana. Ni siquiera el modelo
de familia que conocemos en nuestra sociedad es estático; por poner un ejemplo,
cada vez son más frecuentes las familias monoparentales, así como las formadas
por personas del mismo sexo.
b) El concepto de ley natural con relación a la unión entre el hombre y la mujer ¿es
comunmente aceptado como tal de parte de los bautizados en general?
Para empezar, en mi entorno social son bautizados la mayoría de la población, otra
cosa es que muchos de ellos no sean practicantes de la religión o ni siquiera
creyentes. En todo caso a efectos de lo que es aceptado no veo diferencia entre la
mayoría de los creyentes y los que no lo son. Lo que ocurre es que la aceptación o
no aceptación no están en función de una pretendida “ley natural”, que casi nadie
sabría definir lo que es. Más bien procede usar el término “normal”, en vez de “ley
natural”. En ese caso, sí, se considera la unión del hombre y la mujer como lo
normal, pero eso no significa que haya rechazo hacia otros modelos. En concreto,
no veo en mi entorno social una homofobia como la que los informativos nos
presentan en otros lugares.
c) ¿Cómo es contestada en la práctica y en la teoría la ley natural sobre la unión entre
hombre y mujer en vistas de la formación de una familia?
No estoy seguro de entender bien la pregunta. Cuando dice unión entre hombre y
mujer en vistas a la formación de una familia” no si está contraponiendo el
modelo del matrimonio heterosexual al homosexual o si lo que contrapone es la
sexualidad intra-matrimonial, de convivencia, a la de la sexualidad coyuntural,
15
extra
-
m
atrimonial. En todo caso está de más el intentar enjuiciar estos modelos a la
luz de una pretendida
ley natural
”. T
odo lo hu
m
ano es natural. Otra cosa es que unos
m
odelos sean
m
ás nor
m
ales
,
o sea frecuentes
,
que otros
. P
ero ta
m
poco la infrecuencia
o anormalidad de determinados modelos es o debe ser motivo de contestación y
rechazo. Y en mi entorno social parece que, afortunadamente, no lo hay.
¿Cómo es propuesta y profundizada en los organismos civiles y eclesiales?
Lógicamente, esto puede variar, y mucho, de unos lugares a otros. Incluso dentro
del ámbito de nuestra civilización occidental la situación puede ser diferente entre
unos países y otros. En concreto, en la sociedad en la que habito existen problemas
y preocupaciones mucho más graves y urgentes que estas cuestiones. Sin ir más
lejos, la crisis económica y el aprovechamiento que la clase dominante hace de ella
para destruir el Estado del Bienestar y hacer que los derechos sociales retrocedan
dos siglos o más.
En el caso de que pidan el matrimonio los bautizados no practicantes o quienes se
declaran no creyentes, ¿cómo afrontar los desafíos pastorales que derivan de ello?
Presentar así la cuestión es atacar los síntomas y no la raíz del problema. Lo que
tenemos que preguntarnos es qué es lo que hace que gente no practicante y no
creyente solicite algunos sacramentos y otras ceremonias de la Iglesia. No se trata
sólo del matrimonio; se da un caso parecido con el bautismo y la primera
comunión de hijos de familias no practicantes o no creyentes y también de
funerales de gente en las mismas circunstancias. Entonces, ¿cuál es la raíz del
problema? Lo que ocurre es que la religión, todas las religiones, también la
nuestra, cuando es mayoritaria en una sociedad, además de ser una relación del
hombre con Dios es también un elemento de legitimación social. A un no creyente
no le preocupa el posible efecto sobrenatural de ser excomulgado o excluido de una
comunidad creyente, pues no comulga con la creencia, pero puede suponerle un
perjucio no lo subjetivo sino incluso real el ser apartado de alguna manera de la
comunidad social en la que vive, y el vivir al margen de la religión mayoritaria en
una sociedad puede significar ser también un marginado social. De ahí que muchas
personas sin creencias religiosas estén prestas a asumir los signos externos de
pertenencia a la religión mayoritaria sin compartir las creencias de dicha religión.
Este problema se da en el cristianismo desde la época de Constantino o más aún
desde Teodosio el Grande. Desde entonces (siglo IV), la misma Iglesia se vio
confortablemente instalada en esa situación que puede ser denominada “de
Cristiandad”, de maridaje con el poder político y connivencia con sus clases y
poderes dominantes, que le reportó grandes beneficios. La solución es que nuestra
religión deje de jugar ese rol tan poco evangélico. s que culpar de incoherencia
a los no creyentes que solicitan sacramentos debemos considerar también nuestra
propia incoherencia al pretender ser un factor determinante en la sociedad,
influyendo en sus leyes y costumbres, percibiendo sus subvenciones y luego
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quejarse de que haya personas que quieran sustraerse de la marginación social que
supone no compartir nuestro credo. ¿Es que preferiríamos que además de unas
ceremonias insinceras tuvieran también una práctica religiosa fingida?
3.- La pastoral de la familia en el contexto de la evangelización.
a) ¿Cuáles son las experiencias surgidas en los últimos decenios en orden a la
preparación al matrimonio?
Esta pregunta vuelve al problema de la formación religiosa en la Iglesia, problema
que no se refiere sólo a la preparación para el matrimonio sino a toda la vida
religiosa en general. La única formación religiosa que la mayoría de los católicos
recibe es la que se imparte a los niños que van a hacer la primera comunión.
Algunos reciben también la que se imparte en las clases de religión de la escuela.
Pero ésta, y la que aportan las homilías dominicales, cursillos prematrimoniales,
catequesis de adultos, cuando la hay… tienen el mismo carácter infantil que las de
pri
m
era co
m
unión
,
es decir
,
la
I
glesia
,
su aparato docente
,
trata al laicado como a un
eterno menor de edad. Frecuentemente, el propio personal docente deja bastante
que desear. Durante muchos siglos estuvo prohibido traducir las Escrituras a
lenguajes comprensibles para el pueblo. Después se permitió la traducción pero no
se fomentó su lectura. Parece que a la jerarquía eclesial no le gusta que el pueblo
cristiano sepa mucho de teología. Le basta con que la gente asista a los ritos
litúrgicos, fomenta una religiosidad centrada en el culto. Que asista a las
ceremonias religiosas, pero sin participar en ellas. En las misas hay sólo un
participante, el celebrante, lo él consagra, lo el habla en la homilía, sólo él
recita la mayor parte de las oraciones, el resto de los asistentes sólo tiene que decir
“amén” tres o cuatro veces. El resultado es que a fuerza de tratar al laicado como
un menor de edad, éste llegar a ser realmente un menor de edad en lo que a la
materia religiosa se refiere.
¿De qué manera se ha intentado estimular el deber de evangelización de los esposos y
de la familia?
Supongo que lo que aquí se denomina “deber de evangelización” se refiere a la
transmisión del mensaje evangélico por parte de los padres a los hijos. No es fácil
saber lo que ocurre a este respecto en cada hogar, pero se puede suponer que esa
transmisión, en la mayoría de los casos, no es de tipo pedagógico, leccional (nadie
puede dar lo no tiene), sino más bien con el ejemplo y lo que se contagia
culturalmente en la convivencia continuada. No es poco; la mayoría de la gente
tiene un nivel mediano, tirando a bueno, de asunción de las virtudes y los valores
cristianos, incluso si no sabe formularlo teóricamente. En este sentido la sociedad
actual es mucho mejor que, por ejemplo, la sociedad romana de la Antigüedad,
que disfrutaba con los espectáculos sangrientos de los gladiadores y veía la
esclavitud como algo normal. Ese mejoramiento social es fruto de varios siglos de
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cristianismo y de la evolución de las ideas (las revoluciones antes mencionadas) que
el cristianismo inspiró.
¿De qué manera promocionar la conciencia de la familia como "Iglesia doméstica"?
Cuando aparece esta expresión de “Iglesia doméstica” es bastante normal que
inmediatamente se piense en el rezo común de los miembros de la familia.
N
ada
que objetar a eso
,
pero quedarse en eso es asu
m
ir el esquema ritualista de
religiosidad que se viene fomentando en nuestra Iglesia desde hace bastantes siglos.
En algunas familias, ahora no tanto como antiguamente, se llev(ab)a esta práctica
hasta el extremo de rezar el rosario diariamente, o casi… Gracias a Dios no me
crié en un hogar así, pues en ese caso seguramente hubiera sufrido una
deformación ideológica irreparable. Sinceramente opino que ese tipo de práctica
genera un tipo de cristiano ultramontano, reaccionario, carca… o provoca un
rechazo de todo tipo de religiosidad. Viví mi niñez en un hogar en el que no se
rezaba nada pero se debatía mucho. Mis progenitores tenían posiciones religiosas e
ideológicas dispares, contrarias
. S
u convivencia era ar
m
oniosa
,
perfecta, pero se
debatía mucho, se confrontaban posicionamientos, se argumentaba y contra-
argumentaba. Esta escuela me ayudó a valorar y calibrar las argumentaciones,
sopesar las posibilidades, apreciar las matizaciones, formar criterio propio y optar
con libertad y consciencia. Yo le recetaría a las familias menos rezo del rosario,
más lectura del Antiguo y Nuevo Testamento, de las obras completas de Marx,
Engels, Lenin, Gramsci, Darwin… y muchas otras cosas: economía, sociología,
historia, teología, psicología y debatir sobre todo ello, y explorar maneras de
aplicar ese conocimiento en orden a construir el Reino de Dios que Jesús
propugnaba.
b) ¿Se ha conseguido proponer estilos de plegaria en familia que consigan resistir a la
complejidad de la vida y cultura actuales?
Para afrontar la complejidad de la vida y cultura actuales hace falta algo s que
estilos de plegaria. Por supuesto, hay que rezar como si todo dependiese de Dios,
pero también hay que actuar como si todo dependiese de nuestro esfuerzo.
c) En la crisis actual entre generaciones, ¿cómo las familias cristianas han sabido
realizar la propia vocación de transmisión de la fe?
Ya dije antes que nadie puede dar lo que no tiene. Una generación no puede
transmitir a la siguiente lo que no recibió de la anterior, a menos que lo adquiera
por misma. Y la adquisición lo puede venir de los aparatos ideológicos de la
sociedad
:
la escuela
,
los
m
edios infor
m
ativos
,
la
I
glesia
… Y
a vimos las carencias que
tenía el aparato docente de la Iglesia. La escuela y los medios informativos están
controlados por el siste
m
a do
m
inante
,
que los usa en interés de los poderes
econó
m
icos,
por supuesto establecidos. Si la Iglesia quiere realmente cambiar esta situación
tiene que empezar por cambiarse a sí misma, pues con frecuencia ella misma
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estuvo más al servicio de esos poderes establecidos que al de la construcción del
Reino de Dios en la Tierra.
d) ¿En qué manera las Iglesias locales y los movimientos de espiritualidad familiar han
sabido crear caminos ejemplares?
En esto, como en otras muchas cosas, el trigo y la cizaña están y estuvieron siempre
muy mezclados. Quiero decir que el aparato organizativo de la Iglesia tiene mucho
de todo, bueno y malo, mezclado de una manera que no es fácil de separar. Ya nos
advirtió sobre eso la parábola evangélica del trigo y la cizaña. Además no es
cuestión de ponerse a juzgar eso. El juicio y la sentencia le corresponde a Dios, el
señor de la cosecha. Nuestra tarea es estudiar los problemas, esplorar soluciones y
aplicarlas. VER, JUZGAR Y ACTUAR.
¿Cuál es la aportación específica que parejas y familias han conseguido dar respecto a la
difusión de una visión integral de la pareja y de la familia cristiana que sea actualmente
creíble?
Ese tipo de pregunta presupone que existe un modelo predefinido de familia
cristiana y que sólo se trata de difundirlo. El problema es más complejo. Se suele
poner como ejemplo de familia la de Jesús, en Nazaret, como si se conociera algo
de cómo era esa familia. La verdad es que la imagen de Sagrada Familia que
presenta la propaganda de la Iglesia tiene un aspecto burgués que repele. Quiero
creer que la de Jesús era de otra manera. De una familia adifílmente hubiese
podido salir alguien dispuesto a sacrificarse por el prójimo. Ese tipo de familia es
un proyecto de alguien que quiere perpetuar el modo de vida burgués. Una familia
comprometida con la transformación social que el Evangelio postula tiene que ser
algo más dinámico, más atento a los signos de los tiempos, a los peligros de un
sistema depredador de los recursos del planeta en favor de una minoría
privilegiada. Debemos preguntarnos muchas cosas, incluso si la familia, tal como la
conocemos, puede ser el marco para producir los hombres nuevos necesarios para
la transformación social. ¿Estamos seguros de que Jesús se formó en una familia
así, de tipo burgués, y no en una comuna con otro tipo de convivencia social, al
estilo de lo que conocemos de los esenios de aquella época?
¿Qué atención pastoral ha manifestado la Iglesia para apoyar el camino de las parejas en
la formación y de las parejas en crisis?
¿Nos hemos preguntado si la abundancia, creciente, de parejas en crisis lo que
realmente refleja es una crisis de la institución matrimonial y familiar? Aquí hay
una contradicción: el sistema para perpetuarse tal como es necesita de la
institución familiar tal como es. Pero el sistema, tal como es, destruye ese tipo de
familia (necesidad de que trabajen por cuenta ajena ambos cónyuges, salarios
insuficientes, desempleo, desaparición de derechos sociales, expropiación de
viviendas familiares…). O sea, que el sistema imperante destruye imparablemente
la base sobre la que se sustenta. Es una contradicción, pero una contradicción del
19
sistema, no de la Iglesia, a no ser que la Iglesia se empeñe en salvar al sistema, tal
como es, lo cual, que yo sepa, no es la misión que Jesús encomendó a sus
seguidores.
Nuestra misión de creyentes no es poner remiendos al vestido viejo que es este
sistema, sino sustituirlo por un vestido nuevo. ¡OTRO MUNDO ES POSIBLE!
4.- Sobre la pastoral para afrontar algunas situaciones matrimoniales difíciles,
La convivencia "ad experimentum" (experimental), ¿es una realidad pastoral de relieve
en la Iglesia particular (local)? ¿En qué porcentaje se podría estimar numéricamente?
Parece que este tema preocupa mucho a los que redactaron el Cuestionario. Mi
modesta opinión es que ese tipo de convivencia es tan matrimonial como la que se
formaliza con una boda religiosa, o civil, con sus papeles, tarta nupcial… Todas
esas ceremonias son sólo una formalización u oficialización de algo que ya es real
con o sin tales trámites. Las iglesias locales, al igual que la Universal, deberían
tener otras preocupaciones más importantes que la vida privada de las personas.
b) ¿Existen uniones libres de hecho, sin reconocimiento ni religioso ni civil?
También éste es un fenómeno cada vez más frecuente. El hecho de que ocurran
estos casos y los de la pregunta anterior indica que poco a poco la población no
creyente o no practicante de la religión se va curando del imperativo, antes
deplorado en este Cuestionario, según el cual algunas personas de ese tipo
solicitaban ceremonias y sacramentos de una religión en la que no creían.
¿Hay datos estadísticos fiables?
En este tipo de preguntas subyace la preocupación por la proliferación de este tipo
de uniones. ¿No es una contradicción y una incongruencia que por una parte nos
preocupemos de que muchas personas no creyentes prescindan de los sacramentos
de la Iglesia y por otra parte nos preocupemos cuando los solicitan?
También hay que aclarar otra cuestión. En este tema que estamos tratando
estamos presuponiendo que existe una línea de separación muy definida entre los
creyentes y los que no lo son, y entre los católicos practicantes y los que no
practican la religión. El asunto es más complicado: ya mencioné antes que entre los
extremos de ambos pares de colectivos existe una amplia franja de población
difílmente clasificable. Los bautizados conscientes de su voluntad de no
pertenencia a la Iglesia formalizan su apostasía, pero en la mayoría de los casos se
trata de una posición ambigua que ni siquiera esdel todo clara para los propios
implicados. Incluso en los casos de apostasía no es claro que no tengan ninguna
creencia. Lo que ocurre es que se trata de gente que no desea vivir su fe según los
cánones establecidos por la Iglesia, que, a decir verdad, tampoco son gran cosa
pues como antes se dijo tales nones postulan sólo una asistencia formal a unos
cultos bastante desprovistos de participación y significado.
c) Los separados y divorciados que se vuelven a casar ¿son una realidad pastoral
relevante en la Iglesia particular? ¿En qué porcentaje se podría estimar numéricamente?
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Son una realidad y un signo evidente de la crisis de la institución familiar. Crisis
provocada inconscientemente por el mismo sistema que necesita esa institución
para sobrevivir.
Sean muchos o pocos, está claro que la mayoría de los divorciados que se vuelven a
casar tienen que formar parejas de hecho o casarse por lo civil pues la Iglesia no
emite sentencias de nulidad matrimonial a precios asequibles para la gente pobre.
¿Cómo se afronta esta realidad a través de programas pastoral adecuados?
¿D
e qué progra
m
as pastorales esta
m
os hablando
? A
los separados o divorciados que
no son suficientemente ricos para obtener la nulidad de su anterior matrimonio se
les condena a un celibato perpetuo so pena de no poder participar en los
sacramentos de la Iglesia. Si pueden pagar lo suficiente para obtener la nulidad no
es difícil encontrar motivos para concederla; basta con aducir algo tan ambiguo e
indemostrable como inmadurez para justificarlo. Sorprende que los jerarcas de la
Iglesia se crean con derecho a tomar ese tipo de decisiones, y sorprende aún s
que haya gente que les haga caso.
d) En todos estos casos, ¿cómo viven los bautizados sus irregularidades? ¿Son
conscientes de ellas? ¿Manifiestan simplemente indiferencia? ¿Se sienten
marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad de recibir los sacramentos?
Hay de todo, pero parece que cada vez hay s casos de gente que se da cuenta de
que todo eso importa una higa y que nadie más que el propio interesado sabe si
está en paz con Dios y puede recibir los sacramentos y que ningún jerarca de la
Iglesia tiene derecho a meterse en su conciencia ni en su cama.
e) ¿Cuáles son las peticiones que las personas divorciadas y vueltas a casar dirigen a la
Iglesia, respecto a los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación?
Eso, quien mejor lo puede saber es la propia Iglesia, es decir, la jerarquía eclesial
que recibe las peticiones, pues, aunque Iglesia somos todos, la institución está de tal
manera ordenada jerárquicamente que los derechos y funciones están repartidos
en ella muy desigualmente.
Entre las personas que se encuentran en esta situación, ¿Cuántas piden estos
sacramentos?
Son datos que desconozco. Parece que hay algunas estadísticas sobre el tema. Lo
que sorprende en esta cuestión y en otras parecidas en la Iglesia, es que se efectúen
esas peticiones. El hacer las peticiones significa concederle a la instancia a la que se
acude la facultad de concederlas o denegarlas. La existencia del poder religioso
institucional se basa en esa concesión de los sometidos. Cristo jamás dio esas
atribuciones a ninguna jerarquía, ni estableció ninguna jerarquía para la Iglesia,
ni creó ninguna Iglesia. Él lo difundió un mensaje y convocó a unos seguidores
para realizarlo
. L
os que nos considera
m
os seguidores suyos podemos considerarnos
agrupados en una Iglesia, es decir, en una Asamblea, pues ese es el significado de la
palabra “Iglesia”. Pero una asamblea requiere un funcionamiento asambleario, y
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el funcionamiento de la institución eclesial que conocemos es lo menos asambleario
que cabe imaginar.
f) ¿La simplificación de la praxis canónica, respecto al reconocimiento de la declaración
de anulación del vínculo matrimonial podría ofrecer una real contribución positiva para
la solución de los problemas de las personas implicadas? En caso afirmativo, ¿de qué
manera?
Más que de simplicación debería hablarse de supresión o anulación de tal praxis
canónica y del entramado organizativo en la que se encuadra. Se trata de un
montaje tan inicuo como innecesario.
Este problema sólo será problema mientras se le considere un problema. El final
de un matrimonio se produce, en realidad, cuando los miembros del mismo
deciden ponerle fin con la misma libertad con la que en otro decidieron iniciarlo.
El Tribunal de la Rota no tiene ninguna razón para existir, salvo la de ser un
recurso extraordinario de recaudación eclesial.
g) ¿Existe una pastoral para acercarse a estos casos? ¿Cómo se desarrolla tal actividad
pastoral? ¿Existen programas sobre ello en ámbito nacional y diocesano?
No tiene sentido crear el problema para luego tener que necesitar crear el órgano
que lo resuelva. Los casos a los que se refiere esta pregunta son “casos”
precisamente porque se les dio artificialmente ese carácter de situación anómala.
Si se considerase como natural lo que es simplemente natural no haría falta ningún
plan pastoral para tratarlo.
¿Cómo se anuncia a separados y divorciados vueltos a casar la misericordia de Dios y
cómo se concreta el sostén de la Iglesia en su camino de fe?
¿Quién tiene poder para administrar la misericordia de Dios? Jesús no expulsó del
templo al pecador arrepentido, ni al fariseo engreído ni a la mujer adúltera. Sólo
expulsó a los cambistas de moneda y mercaderes, es decir a los banqueros y
negociantes, unos sectores sociales que tiene hoy mucha cabida en la Iglesia y que
pueden costear sin dificultad las anulaciones matrimoniales que les permitan
casarse de nuevo.
5.- Sobre las uniones de personas del mismo sexo...
a) ¿Existe en vuestro país una ley civil que reconozca las uniones de personas del
mismo sexo equiparadas de alguna manera al matrimonio?
Sí, con la oposición del aparato jerárquico de la Iglesia-institución y la indiferencia
de la mayoría de la base laical de la misma.
b) ¿Cuál es la actitud de las Iglesias particulares y locales tanto frente al Estado Civil
promotor de uniones civiles entre personas del mismo sexo, como frente a las personas
implicadas e este tipo de unión?
¿Es que las iglesias particulares y locales de mi país pueden expresar públicamente
una opinión distinta de la de la Conferencia Episcopal controlada por Monseñor
Rouco Varela?
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c) ¿Qué atención pastoral es posible tener hacia las personas que han elegido de vivir
según este tipo de uniones?
La misma que hacia el resto de la feligresía eclesial. No procede hacer de esta
circunstancia personal de algunos católicos una causa de diferenciación a efectos
pastorales.
d) En el caso de uniones de personas del mismo sexo que haya adoptado niños, ¿cómo
comportarse en vistas de la transmisión de la fe?
La problemática de la transmisión de la fe en este tipo de familias no es diferente
de lo que ya vimos para el resto de las familias en otra respuesta de este
Cuestionario.
6.- Sobre la educación de los hijos en el seno de situaciones matrimoniales
irregulares...
a) ¿Cuál es en estos casos la proporción estimada de niños y adolescentes con relación a
los niños nacidos y crecidos en familias regularmente constituidas?
Son datos que puede proporcionar alguna entidad que maneje este tipo de
estadísticas. La preocupación por averiguar el porcentaje que se solicita en esta
pregunta tiene sentido solamente si se le da alguna importancia a lo que aquí se
define o considera co
m
o irregularidad
. ¿L
a tiene en realidad
? Y,
si la tiene
, ¿
cuál es
?
b) ¿Con qué actitud los padres se dirigen a la Iglesia? ¿Qué solicitan? ¿Solo los
sacramentos o también la catequesis y la enseñanza en general de la religión?
Habrá de todo, supongo. Pero en la petición de sacramentos para los hijos de esos
matrimonios ¿cómo saber si lo hacen por voluntad sincera de transmitirles su
religión o lo hacen para no sentirse socialmente marginados en una sociedad que
admite mayoritamente esas ceremonias? ¿Y como saberlo, también, en los casos de
las familias que aquí se consideran como “regulares”?
c) ¿De qué manera las Iglesias particulares se acercan a la necesidad de los padres de
estos niños para ofrecer una educación cristianas a los propios hijos?
Por noticias al respecto, de los medios informativos, uno puede constatar que todo
depende del talante de cada párroco en concreto. Para estos asuntos y otros más o
menos polémicos hay toda una gama de actitudes distintas según la sensibilidad y
las luces de cada sacerdote responsable de la parroquia. Es inevitable que ocurra
así en un sistema eclesial en el que, en la práctica, el cura rroco es el dueño en la
parroquia como el obispo lo es en su diócesis y el papa a escala mundial. El laicado
no tiene ninguna atribución ni posibilidad de condicionar algo; simplemente es
objeto de la benevolencia o falta de benevolencia de la autoridad eclesiástica
correspondiente.
d) ¿Cómo se desarrolla la práctica sacramental en estos casos: la preparación,
administración del sacramento y el acompañamiento?
El hecho de que se haga esta pregunta en una Encuesta que viene de la cúpula
eclesial es señal evidente de que en la institución no existe una normativa general al
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respecto y que cada responsable: cura párroco, obispo… toma las decisiones que
considere pertinentes en su ámbito. Esto no sería negativo si también los seglares o
laicos tuvieran algo que decir sobre el tema, lo que no es el caso.
7.- Sobre la apertura de los esposos a la vida...
a) ¿Cuál es el conocimiento real que los cristianos tienen de la doctrina de la (encíclica)
"Humanae Vitae" sobre la paternidad responsable?
Hoy, la gente joven, quizá no mucha. Los que éramos adultos en la segunda mitad
de los años sesenta, cuando la encíclica se publicó, pudimos enterarnos de su
contenido, al menos de sus líneas generales, puesto que la prensa habló mucho del
asunto. En general, fue mal recibida aunque mejoraba algo la situación anterior,
pero fue bastante decepcionante pues se esperaba algo más realista y más de
acuerdo con la realidad humana.
Creo recordar que fue a partir de entonces cuando empezó a suscitarse en la base
eclesial una desconfianza en la jerarquía acerca de la aplicación de los aspectos
más progresistas del Concilio. La verdad es que Pablo VI resultó ser tan enemigo
de las reformas conciliares como lo serían después Juan-Pablo II y Benedicto XVI,
pero de forma s astuta que éstos. Durante su pontificado había muchas loas al
Concilio y sus pretendidos logros pero en la práctica se estaba desvirtuando su
contenido y anulando su eficacia por medio de la facultad papal de gestionar su
aplicación: lo que se suele llamar “puño de hierro en guante de seda”.
¿Qué conciencia hay de la evaluación moral de los distintos métodos de regulación de
los nacimientos?
Este asunto fue uno de los principales factores, aunque no el único, de que la
jerarquía eclesial y sus mandatos perdieran su prestigio ante los ojos de gran parte
de los miembros de la Iglesia. El prestigio de una autoridad se fortalece cuando los
gobernados perciben la objetividad y acierto de los gobernantes. Pero se arruina
cuando se comprueba que las disposiciones tomadas desde arriba no responden a
las necesidades reales del colectivo gobernado.
¿Qué profundizaciones se podrían sugerir sobre ello desde el punto de vista pastoral?
Salvo en el tema del aborto, que se refiere al respeto a la vida humana, el resto de
las cuestiones relacionadas con esta materia me parece que no es asunto de
consideranción moral. En nuestra cultura, desde hace mucho tiempo, se ha
demonizado todo lo relacionado con el sexo y su práctica. Y dado que se hizo de lo
sexual una cuestión de moral, y por tanto objeto de pecado, las autoridades
religiosas, y no sólo las cristianas, creen que tienen algo que decir sobre el tema, y
lo hacen con un enorme desparpajo, como si tuvieran línea directa con Dios.
b) ¿La doctrina moral es aceptada?
Es difícil que desaparezca algo que viene de tan antiguo, pero se percibe
claramente que desde la revolución de Mayo de 1968 cada vez más gente sabe que
ninguna autoridad tiene derecho a entrometerse en este tipo de cuestiones
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personales a menos que dañen a otros seres humanos. No faltan personas que
consideren negativa la evolución que está teniendo lugar en este terreno, pero la
verdad es que este avance es tan positivo como los que aportaron otras
revoluciones anteriores y que tanpoco fueron comprendidos en su momento: las
libertades políticas y democráticas, los derechos sociales…
¿Cuáles son los aspectos más problemáticos que hacen difícil su aceptación en la
mayoría de las parejas?
En lo que se refiere a este tema concreto, los métodos de contracepción. A ello se
podría añadir la represión sexual
,
la prohibición de las relaciones pre
m
atri
m
oniales
y también la obligatoriedad, que algunas autoridades eclesiales se empeñan en
mantener, de la confesión individual frente a otras opciones como la penitencia
comunitaria.
c) ¿Qué métodos naturales se promueven de parte de la Iglesias particulares para ayudar
a los conyugues a poner en práctica la doctrina de la "Humanae vitae"?
En teoría, el control del período de menstruación (método Ogino y similares). Pero
en la práctica, es posible que la Iglesia ya da por perdida esta batalla pues la
verdad es que últimamente ningún predicador se refiere a este tema. También
puede ser porque la casi totalidad del personal que asiste a los cultos tiene ya una
edad en la que no existen esos problemas.
d) ¿Qué experiencia hay sobre esta cuestión en la praxis del sacramento de la penitencia
y en la participación en la eucaristía?
En la práctica del sacramento de la penitencia, cuando se trata de la confesión
personal es un asunto privado del confesor y del penitente. En los casos de la
penitencia comunitaria suele hacerse un repaso general de todas las posibles faltas
y las relacionadas con este tema no reciben una atención especial.
e) ¿Qué contrastes se evidencian entre la doctrina de la Iglesia y la educación civil a este
respecto?
En mi país, esto depende del partido gobernante. La política educativa es, quizá, la
que más, o quizá la única, que experimenta cambios cuando hay cambio de
gobierno. En las demás cuestiones, por ejemplo la economía, los partidos que se
turnan en el poder están sospechosamente de acuerdo en beneficiar a las clases
do
m
inantes
:
banqueros
,
financieros
,
grandes e
m
presarios
,
aristócratas latifundistas
,
políticos corruptos y otra gente de mal vivir.
f) ¿Cómo promover una mentalidad mayormente abierta a la natalidad? ¿Cómo
favorecer el aumento de los nacimientos?
¡Asombroso!. en un mundo en el que el mayor problema es la superpoblación, que
está poniendo en serio riesgo el equilibrio ecológico de la biosfera, alguien se
preocupa por promover un aumento de los nacimientos. Y luego alguien se
sorprende de que la jerarquía de la Iglesia pierda prestigio a los ojos de la
población católica y no católica.
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8.- Sobre la relación entre la familia y la persona,
a) Jesucristo revela el misterio y la vocación del hombre: ¿la familia es un lugar
privilegiado para que esto suceda?
Siempre se dijo que la familia es una columna esencial de la sociedad, y
seguramente es así, pero, ¿de qué sociedad estamos hablando? Porque la sociedad
que conocemos es la sociedad burguesa, que no es precisamente el mejor marco
para la realización de las personas. Por otra parte, el término “familiaes bastante
ambiguo y amplio; hay diversos tipos diferentes de famila. Una familia occidental
es distinta de una familia árabe, y ambas son diferentes de una familia japonesa, y
las familias sudamericanas no se parecen en nada a ninguna de las mencionadas.
b) ¿Cuáles situaciones críticas de la familia en el mundo actual pueden constituir un
obstáculo para el encuentro de la persona con Cristo?
Pudiera ser que las dificultades aportadas por la actual crisis económica a las
familias incidan negativamente sobre el proceso de encuentro de sus componentes
con Cristo. En todo caso no cabe duda de que constituyen una prueba. Pero la
relación causa-efecto que me parece más evidente es justamente la inversa: No son
las situaciones críticas de la familia las que constituyen un obstáculo para el
encuentro con Cristo, sino que, inversamente, es la falta o ausencia de Cristo en
algunas familias y algunas sociedades la que genera las situaciones críticas que
hacen fracasar esas familias y esas sociedades. Cristo es la piedra angular que
muchos constructores rechazan y sin la cual no se puede construir algo firme y
estable. A lo largo de mi vida he visto venirse abajo algunas construcciones sociales
ambiciosas que habían rechazado esa piedra angular.
c) ¿En qué medida la crisis de fe que pueden sufrir las personas inciden en su vida
familiar?
Mi experiencia personal, que es lo único que puedo mencionar sobre este asunto, es
que el haber vivido en una familia donde no había uniformidad sobre esta materia
operó beneficiosamente sobre , despertando el sentido crítico e investigador. Lo
esencial es que haya libertad para elegir sinceramente, lo que, generalmente, no
suele ocurrir en las familias monocolor.
9.- Otros desafíos y propuestas.
a)¿Existen otros desafíos y propuestas respecto a los temas tratados en este cuestionario,
que sean consideradas como urgentes o útiles de parte de los destinatarios?
Respecto a los temas tratados, me parece que no. Por la temática específica del
Cuestionario salieron a relucir no todas sino sólo algunas de las cosas que
funcionan mal en nuestra Iglesia. En concreto, dio ocasión a pasar revista a dos de
las tres lacras que exhibe la Iglesia Católica desde hace muchos siglos: el ritualismo
y la jerarquía. La otra, que no hubo ocasión de ver, es el dogmatismo; no el
contenido de tales o tales dogmas sino el hecho de que existan dogmas con
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obligatoriedad de creer en ellos. Nada en el Evangelio podría hacer sospechar que
de un mensaje como ese pudiera salir una religión como la nuestra. Pero la
realidad nos gasta esas bromas. En lo relativo al tema del dogmatismo, por poner
sólo un ejemplo entre muchos posibles, merece la pena mencionar que muchos
párrocos no saben qué hacer con esa extraña aseveración de Credo, que dice que
Jesús bajó a los infiernos después de muerto.
Antes de terminar quisiera dejar claro que, en contra de lo que pudiera parecer
por la acidez de las críticas expuestas en este escrito, no hay por mi parte
hostilidad contra las personas que encarnan las instituciones criticadas. No se
puede culpar a ninguna persona de nuestra época por unos males que vienen de
muy antiguo. Además yo no tengo derecho a juzgar a nadie. Soy consciente de que
nos encontramos agobiados por la herencia de una tradición que pesa sobre
nosotros como una losa. El salir de esta situación va a ser un proceso muy largo y
difícil, en el no cabe excluir recaídas y retrocesos como el experimentado después
del Concilio Vaticano II. ¡Qué Dios nos ayude en esa tarea!
Faustino Castaño